Esa sensación de que el mundo se cae sobre uno y no puede respirar. Eso fue lo que no me dejó dormir aún. Mi dolor de cabeza, mi nariz quejosa y mis ojos hinchados no es algo bueno para la noche anterior a la mudanza. No cuando siendo las seis de la mañana yo estoy frente a la computadora intentando entender los dieciocho años que pasaron de mi vida bajo la obligación de levantarme a las nueve. No me creo preparada para expresar las mil cosas que pasaron por mi mente en un texto, tampoco creo que mi loca idea de hablar sobre todo lo que pensé hasta recién, luego de cincuenta minutos de estar acostada mirando el techo, sea lo mejor o lo más productivo (Mucho menos con las personas que pretendía hacerlo), lo que si me atrevo a decir que me siento pobre con mis logros, con mis metas y mis ideales.
Reducir tu vida a dos eventos tan efímeros como haber sido abanderada en noveno grado y haber entrado a cambiar el ritmo del equipo en un repechaje de voley en el 2010, no es sinceramente lo que esperaba hacer con 18 años. Me siento vacía, pero esto no se determina por estar sola, sin pareja, o que mis amigos estén de vacaciones y no salga últimamente. Vacía desde el punto que siento que no hice algo importante en estos años. No hablo de escalar el Everest, ni ser académicamente dotada y tener postgrados a los 18 años; hablo de algo realmente significativo para mi. Quizás, nadie o muy pocos a esta edad lo hayan hecho (sin contar a los que probablemente no pasan por estos planteos) y por eso no se con quién verdaderamente hablar, si es que debo hablar.
Para muchos puede ser una crisis adolescente, cosas de la edad, planteos naturales, filosofía barata, etc; en mi caso es diferente, o por lo menos yo lo veo de manera distinta. Algo me está pasando, en algo estoy cambiando que bajé mi nivel de tolerancia a cero y por más que intenten recuperar mi paciencia al instante vuelvo a perderla. Paso más y mejor tiempo a solas que en compañía. Conmigo misma puedo ser yo, con un libro puedo ser yo, ante una película puedo ser yo. Las cosas no nos juzgan, no tienen su mirada atenta a que hacemos y dejamos de hacer. Ante una película podemos llorar que les aseguro que no diría: "Ay mira, que pesada como llora".
No puedo tratar con las personas. Ya no peleo por lo que quiero. No insisto. Si se acabó, se acabó. Si no te veo más, no te veo más. Siento que perdí mi esencia o que algo en ella está cambiando. Repito, todos tenemos cambios a esta edad pero que sean tan radicales me parece extraño, no me asusta pero si me "hace ruido".
Por otra parte están los cuestionamientos hacia quién fui y quién seré. Muchas cosas pasaron en mi vida de estudio, amorosa y deportiva y a veces es difícil creer que lo que soy es la consecuencia de esos actos, mis propios actos. En otro plano está todo esto extraño que siento con respecto a mi familia. Detesto los secretos y supongo que no hay nada más odioso para alguien que "sabe todo" no poder descubrirlos. Todos los padres fueron jóvenes y tuvieron sus familias. El no conocer la verdadera historia de ellos es difícil pero el darte cuenta que tenes toda una familia que no conoces es aún peor. Abuelos, tíos, primos, primos segundos, etc. Debe ser por estas cosas que siempre quise empezar mi propia familia grande. El linaje comenzaría desde mis papás y continuaría por mis hijos.
Tal vez, luego de escribir tanto y recordar otras cosas ese ahogamiento se vaya extinguiendo lentamente, también puede ser la más de media hora que llevo escribiendo. No creo que tenga mucha coherencia las cosas que escribo pero tampoco pretendo que la tenga.
Necesito descubrir de que va todo esto, esto que me pasa, que siento. Necesito saber que va a ser de mi en este año, por lo que veo, no va a ser uno más en mi historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario