Y llegará el día en que los momentos difíciles serán solo historias que contar.

You don't write because you want to say something, you write because you have something to say.
Si quieres entender mejor tu papel en el mundo, escribe. Trata de poner tu alma por escrito, aunque nadie lo lea o , lo que es peor, aunque alguien termine leyendo lo que tú no querías. El simple hecho de escribir nos ayuda a organizar el pensamiento y ver con claridad lo que nos rodea.
El escritor tiene que sentir, luego soñar y luego dejar que lleguen las fábulas. Las lecturas me han acompañado hasta el día de hoy, transformando mi vida gracias a esas verdades que sólo el gran arte puede atesorar.
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miércoles, 17 de mayo de 2017

Después de días azotada por una tormenta de cuestionamientos, en la que durante unas horas me proponía olvidarlo para cambiar de opinón en las siguientes, cansada no solo mental sino físicamente, pálida, delgada y orejosa, la tarde anterior había decidido acabar con la tortura. Me paré frente al espejo de la habitación de Gaby y me estudie durante algunos minutos mi voz rasgo el silencio al peguntar: 
-¿Qué es lo que querés, Victoria?. En el fondo de tu corazón ¿Qué es lo que querés? Estar con Orestes.- me respondí. 
La sinceridad y sencillez de la respuesta disparó en mí una energía que me puso en movimiento con una seguridad inexplicable.

domingo, 14 de mayo de 2017

Era consciente de que saldría lastimada. Al menos me atrevía admitir esa certeza, que asomaba en medio de la locura en la que me había lanzado de cabeza. No me importaba. Después lidiaría con un corazón destrozado. Lo que durase, me aferraría a ese espejismo.
ERA 
TAN EMOCIONANTE 
VERLO FELIZ.
"Basta Victoria", me dije, enojada por la influencia que ese desconocido y antipático ermitaño ejercía sobre mí. La situación era ridícula, por lo que acabé sonriendo. Si alguien me hubiese observado, seguramente habría pensado que era bipolar.
Lidiar con ese hombre era un ejercicio mental que me mantenía tensa  alerta, a la vez que me hacía sentir vida.
Su hostilidad causaba un efecto inusual en mi: me volvía dócil y me serenaba.

Asi siempre, admirandolo.

Se había tratado de una afinidad desde lo intelectual. Nos habíamos conocido mientras estudiábamos; yo artes plásticas; él, abogacía, y me encandiló con su retórica, su locuacidad, su conocimiento de la historia de las cuestiones políticas, cuando o, a duras penas, sabía quién era el presidente del momento.
No sabía que se podía llorar con tanto sentimiento, con tanta pasión, con tanta furia, tanto dolor.
Mi vida ordenada y perfecta había concluido. En ese momento no me di cuenta. Durante los días que siguieron, no habló, no sonreí, no sentí, no salí de casa. Continué con la rutina. Me levanté al día siguiente sin haber pegado ojo en toda la noche, me limpié el cutis, me puse las cremas, me perfumé,  me vestí, quite las sabanas del sofá, prepare el desayuno que comí sin saborear, acomode el departamento y me puse a trabajar,