¿No se quién te hizo creer que el amor es una inocentada?

Hacele juicio.

Como cuando uno intenta hacer sobrevivir un amor. Ya está, por más que le des vuelta, al chispa ya no enciende. Y no enciende y por más que intentes hacer las mismas cosas, del mismo modo, no va a volver.

Que será?

-¿Lo quisiste?

-Ni siquiera sé cómo describirlo. A veces uno sueña que puede elegir: que sea rubio, alto, arquitecto, dos años mayor y "cinco mil libras al año, señor Bennet". No se elige. De repente estás sintiendo algo diferente, que no habías sentido antes. No le podés poner palabras. No es ese estado de ebriedad que es estar enamorado. Te das cuenta que es diferente porque te pusiste seria, te das cuenta de lo fuerte que es por el peligro que sentís. Porque sin fracasa puede romperte. [...] Así estamos. Se elige una vida sin sobresaltos amorosos, llena de amores livianitos para no encontrarse con ese yunque y romperse el dedo.

Siempre me estoy preguntando cuánto tiempo va a estar una persona en mi vida. Yo quiero que sea para siempre, pero para siempre no existe. Existen los segundos. Con él lo nuestro fueron semanas. Nuestro tiempo se contó en semanas. Yo hubiese querido que fuese más tiempo. ¿No te pasa que la parte más dolorosa de un duelo es todo ese futuro que no tuviste con la persona que no está?

El secreto de Jane Austen.

Estaba aprendiendo, a las patadas, que vivían en una época en la que las relaciones no durabas más que un par de besos y unas noches y la molestia de ver a alguien con quien una se había besado durante tres semanas podía llegar a durar mucho más que eso.

Sabía que existía. Ella había tenido que aprender a batallar en secreto contra esa dificultad de poner en palabras lo que daba vueltas por la cabeza.

De otra época.

"Fracasados, exitosos, tristes. Todo lo que sea amor me gusta. Sobre todo si son de otras épocas. ME encantan"

Así estoy, tan volada por la Inglaterra de 1910

Frío.

Hacía muchísimo frío, y prometía ponerse mucho más frío según avanzaba la tarde. Para muchos podía ser una buena razón para no salir a la calle. Para ella, era la mejor razón. Le gustaban las calles vacías, el viento moviendo los árboles amarillos y la lluvia finita que en lugar de mojar, lastimaba.

Quería decírselo, pero hacerlo la hacía correr el riesgo de ser tan vulnerable frente a él que le daba miedo. Ya la había lastimado una vez. ella había comprendido y lo había disculpado. ¿Valía la pena decirle que sentía algo por él, algo que nunca había sentido por nadie? ¿Era él capaz de responder a ese amor? Una de las cosas que nunca dejaban de estremecerlas sobre el amor era que nunca se sabía qué sentía el otro. No sabía qué sentía él, no sabía qué pasaba por su cabeza, sus manos y si su corazón latía. [...] No sabía si estaba desarmándose de angustia como ella.

Desahogarse.

Que fuera lo que fuera, pero que fueran PALABRAS.

Así estamos.

Tres años después se había acostumbrado a la amargura. Es más, le gustaba. Le evitaba cualquier ilusión.

Le sonreía a un montón de palabras azules.

Ella las miraba como se mira a un nuevo amor. Todo era perfecto, incluso en sus fragilidades. Los ojos le brillaban de la alegría y en su boca, por mas que se esforzara en reprimirla, bailaba una sonrisa vestida de lentejuelas.

Bienvenida Margall a mi vida.

-Me refiero a un libro que hable de amores secretos. Amores que no llegan a conocerse nunca.
-Amores silenciados- susurró Alejandro
-Sí, o amores que solo dos conocen. Que no va más allá de ellos y que solo vive entre ellos dos, cuando están juntos.