Llegar a casa llorando y que este él. Es como demasiado el radar que tenemos entre nosotros.
Que transforme todas esas lágrimas en sonrisas aunque sea por un momento, hace un año hacía lo mismo.
Después me sigo preguntando como hago para no quererlo, como para no extrañarlo. Si está cuando tiene que estar, siempre ahí.
Puedo odiarlo, puedo tener ganas de matarlo pero hay una realidad sus palabras me podrán siempre y serán la cura de mis heridas.
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