-¿Durmió usted bien, Martina?

Sin poder responder, asintió con la cabeza. Él ya estaba a dos pasos de ella, pero su cuerpo vibraba como si él la estuviera tocando y ella fuera una guitarra.

-Yo no, me pasé la noche pensando en sus ojos.

El corazón le latió rápidamente al oír esas palabras. Incapaz de soportar la vergüenza bajó los ojos para fijarlos a la altura de su pecho. Era más amplio de lo que había visto; y por alguna razón que no consiguió entender, quiso acurrucarse contra él.

-Usted me tiene embrujado, Martina.

Se irguió cuan alto era, sintiéndose como debe sentirse un pavo real cuando despliega sus plumas Hizo gala de la atracción masculina que sabia que tenía, y lentamente acercó su rostro al de ella, inclinándose.

-Creo que me voy a enfermar si no me da un beso.

Ella alzó su carita con aspecto preocupado. ¿Por qué iba a enfermarse don Andrés? No estaba segura, pero se le encogió el corazón de solo pensarlo.

-¿Se siente mal, don Andrés?

El asintió. Tomándole la mano y llevándola hasta su corazón Andrés dijo:

-¿No siente cómo late acelerado mi corazón Martina?

Apenas puedo sostenerme en pie.

La cara de Martina expresó inquietud. Andrés se sorprendió al ver esa carita cambiar tanto en esos pocos minutos. En general ella permanecía bastante seria y ausente. Apenas le sonreía cuando él le hablaba. Pero más se sorprendió cuando ella se alzó en puntas de pie y lo besó en la mejilla.

El beso había sido inocente y casto, poco más que el roce de los labios contra su piel, pero fue maravilloso. Con una voz inexplicablemente ronca le susurró:

-¿Me darías otro?

Con otro movimiento casi imperceptible ella volvió a besarlo. Sonriendo, Andrés recibió el beso.

-Otro

Sonriendo apenas, Martina apoyó ambas manos contra el pecho de Andrés, lo sintió fuerte y compacto y el deseo de apretarse contra él fue más grande aún.

-Otro más- le pidió él.

Pero esta vez no le permitió que fuese en la mejilla. Con un rápido movimiento de cabeza, giró hasta que sus labios se rozaron. Para Martina la sensación fue tan nueva y deliciosa que no tuvo fuerzas para separarse. Sintió la boca de Andrés moverse sobre la suya presionando, provocándole cientos de sensaciones simultáneas imposibles de describir pero que la inducían a pegarse contra él.

Y entonces, justo mientras pensaba que no había vivido, ni volvería a vivir nada más emocionante y confuso al mismo tiempo, la caricia de sus labios se volvió más íntima.

Andrés comenzó a rozar sus labios ya húmedos con su boca entreabierta. Martina notando que la sensación era muy agradable, lo imitó.Entreabrió los labios y dejó que él le enseñara.

Encantado con su reacción, él la atrajo hacia sí tomándola de la cintura. Cuando estuvo convenientemente pegada a él, la beso con pasión tomando posesión de su boca. Cerró los ojos porque no se atrevía a mirarlo.

Los senderos que esa lengua trazó le parecieron hechos de fuego. Se dejó llevar por la pasión, entregándose por completo a los juegos amorosos de Andrés. Sintió que se perdía y que los ojos se le llenaban de lágrimas. Sintió que el mundo se derretía a sus pies pero allí estaba Andrés sosteniéndola fuerte de la cintura para que no se cayera. Lentamente, la caricia fue terminando. Martina abrió los ojos despacio y ambos quedaron mirándose en silencio aún abrazados.

Con la voz ronca, Andrés suspiró: Que bella forma de empezar la mañana.