Es tan extraño poder vivir sin él. Sin estar pendiente, sin extrañarlo, sin nada.
Fue parte de mi vida demasiados años. No pienso en él, solo en estos momentos de reflexión o cuando me acuerdo cosas viejas, muy viejas del colegio.
Muchos de mis amigos superaron muertes de amigos o familia. No puedo ni imaginar cuan doloroso puede llegar a ser, pero sobrevivieron, siguen tirando para adelante. No es una comparación, porque supongo que nada lo igualaría, pero en estos 18 años mi momento más difícil de superar si fue él.
Pasé de sonreír tan solo con verlo, a respirar por él. Vivir por y para él con tan solo catorce años.
No se si estuvo bien o mal, no se si fue amor de esos de película. Se que crecí y soy lo que soy gracias a haber pasado por eso, por él. El tiempo y la vida nos alejó, no nos cambió demasiado pero me enseñó a vivir sin él.
Me recuerdo derrotada, llorando sin sentido. Triste y más triste cada día. Sentía que nada ni nadie podría igualar volar mi mente de esa manera. Pero pasó, llegaron otras personas y me demostraron que yo también valía.
No lo odio, mucho menos. Le agradezco lo que me enseñó a los golpes. Para mi, ese fue mi obstáculo a superar, y ahora que lo superé me siento completa, lista para mi próximo desafío.

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